Coplas para mi Vino Grillo · (Chacarera)

(Pablo Raúl Trullenque / Martín Ábalos)

Sé de gente que ha extraviado
sus sueños, las esperanzas,
y yo aprendí con los años
que la vida da revanchas,
por eso cuando amanezco
buen día, me digo, y doy gracias.

Porque el consejo es gratuito
nunca lo doy ni lo pido,
lo que para un padre es bueno
puede no serlo pa’l hijo,
hay quien cocina a su gusto
y quien come desperdicios.

Ya sé que no soy asombro,
tampoco tiempo perdido.
Desde que soy padre e hijo
y espíritu ya soy trino,
no sé si es poco ni mucho
pero si te amo ya sirvo.

Mi copla no es presuntuosa,
ni escribo de resentido,
tiene voz y piel de pueblo
y de mi pago ese grillo
que derrama sobre el alma
la vieja alegría del vino.

Ya sé que tan solo somos
un ramalazo de vida,
por eso no entiendo el odio,
la vanidad, la injusticia;
por qué la mano cerrada
si no puedo hacer caricias.

Puede que me esté juzgando
cuando juzgue a un semejante,
por eso no soy, si juzgo,
tan ligero y terminante,
me cuido al tirar la piedra
que no tenga que agacharme.

La muerte en su errar eterno
cuando se toma una tregua
vive un instante la vida:
ama, canta, llora y sueña;
y en mí yo la gozo y vivo
antes que otra vez se muera.

Elegía para ti y para mí

I

Yo seguiré soñando mientras pasa la vida,
y tú te irás borrando lentamente en mi sueño.

Un año y otro año caerán como hojas secas
de las ramas del árbol milenario del tiempo,

y tu sonrisa, llena de claridad de aurora,
se alejará en la sombra creciente del recuerdo.

II

Yo seguiré soñando mientras pasa la vida,
y quizás, poco a poco, dejaré de hacer versos,

bajo el vulgar agobio de la rutina diaria,
de las desilusiones y los aburrimientos.

Tú, que nunca soñaste más que cosas posibles,
dejarás, poco a poco, de mirarte al espejo.

III

Acaso nos veremos un día, casualmente,
al cruzar una calle, y nos saludaremos.

Yo pensaré quizás: «Qué linda es, todavía».
Tú, quizás pensarás: «Se está poniendo viejo».

Tú irás sola, o con otro. Yo iré solo, o con otra.
O tú irás con un hijo que debiera ser nuestro.

IV

Y seguirá muriendo la vida, año tras año,
igual que un río oscuro que corre hacia el silencio.

Un amigo, algún día, me dirá que te ha visto,
o una canción de entonces me traerá tu recuerdo.

Y en estas noches tristes de quietud y de estrellas,
pensaré en ti un instante, pero cada vez menos.

V

Y pasará la vida. Yo seguiré soñando,
pero ya no habrá un nombre de mujer en mi sueño.

Yo ya te habré olvidado definitivamente,
y sobre mis rodillas retozarán mis nietos.

Y quizás, para entonces, al cruzar una calle,
nos vimos frente a frente, ya sin reconocernos.

VI

Y una tarde de sol me cubrirán de tierra,
las manos, para siempre, cruzadas sobre el pecho.

Tú, con los ojos tristes y los cabellos blancos,
te pasarás las horas bostezando y tejiendo.

Y cada primavera renacerán las rosas,
aunque ya tú estés vieja, y aunque yo me haya muerto.

[José Ángel Buesa]

Honrar la vida

El nacimiento nos convierte en mortales.
La vida nos da la oportunidad de trascender, de arañar la inmortalidad.
No sabemos para qué, pero es lo que buscamos.
Ni sabemos cómo, por eso son tan pocos quienes la alcanzan.
Es una búsqueda inconmensurable.

Cada ser, cada minuto, sesenta veces por hora, toda su vida.

Yo pude sentirlo algunas veces, y doy fe de que la vida es un misterio que merece ser observado.

Bestia hombre

El hombre creía ser bueno.
Pero un día, cansado de serlo,
corrió y apuñaló hasta desangrar
a la peor de las bestias,
que perdió el pulso y todo latido.
Lo que no sospechó
es que la bestia continuaba viva.

Cine basado en

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«Tal película es buena, pero nada que ver con el libro».
¿Y qué esperabas? ¿Que la película dure 20, 50 o las 100 horas que te llevó leer la novela?
¿Que cada cosa, lugar, rostro y gesto sea como te lo imaginabas en la lectura?
El cine tiene 120 años. Hubo tiempo de entender que un libro y una película son dos cosas distintas. Pueden compartir un argumento, pero cine y literatura son mucho más que el argumento de la obra.
Creo que en general esto se sabe, pero es más fuerte esa necesidad de exponer que uno ha leído alguna vez, y, de esa manera, colocarse en un lugar de privilegio respecto «al pobre infeliz que se conforma con verlo en la pantalla».
Por lo tanto, cada vez que alguien te dice que la película que viste es nada comparada al libro, te está diciendo que sos un infeliz, o el sustantivo que haya pensado en la frase anterior.

Sería uno…

¿Sería uno tan duro con los seres humanos —decía Bruno— si se supiese de verdad que algún día han de morir y que nada de lo que se les dijo se podrá rectificar?

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Sóbre Héroes y Tumbas. Ernesto Sabato.

Gracias infinitas

Esto es muy personal.

Hoy murió el autor, pero permanece viviendo en el Olimpo de nuestras artes como desde hace décadas.

En una infancia que sonaba a tango, entre centenares de discos de mi viejo, la música de Mores se me hacía destacable. Yo tendría 11 años, no me había pasado nada de las letras de Taboada, ni Contursi, ni Discépolo. Pero el mensaje era tan contundente, que intuía que todo aquello podría sucederme. Y en tal caso, el arte convertiría la pena en algo más digerible. Aunque -como dijo Atahualpa muchos años después-, uno escribe para que la pena sea menos pena, pero sigue siendo pena.

A los 12 años sabía que Mores era un genio de la composición, de la armonía, de los arreglos. La pasión era leída por la púa y sorteaba cables hasta llegar a mi pecho.

De más grande descubrí Tanguera, porque curiosamente no estaba entre la colección paterna. Para mí, el mejor tango. Pero valoro mucho más la brutalidad de ¿Por qué la quise tanto?

Creo que la niñez termina cuando nos hacemos cierta pregunta. Ese fue el amplio final de mi infancia. Por este tango sinfónico me formulé una pregunta que cuarenta años después sigo sin resolver: Si Mores no hubiera nacido, ¿dónde estaría aprisionada esta belleza? Y agrego con mis años, ¿En que rincón del universo inmaterial? ¿Será que allí esperan las obras de arte que un alma encendida las rescate como frotando una lámpara? ¿Algún otro hubiera descubierto esta música y la hubiera traído al mundo de los mortales, o si Mores -al momento de la inspiración- se hubiera distraído con sus propios cantos de sirenas, esta obra estaría condenada a ser nada?

De algún lado. El arte tiene que venir de algún lado. Si la materia solo puede transformarse, y existe tanta materia como el día del big bang, ni más, ni menos; ese principio de conservación debe aplicarse también a las entidades inmateriales. En algún lugar del universo estará respirando desde siempre cada acorde, cada trazo, cada palabra de aquello que llamamos arte, de ese cordón que une las grandes esferas y nuestros pequeños mundos.

Pobre niña hermosa

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A la niña más bella del mundo le angustia saber que a partir de ese momento solo puede dejar de serlo.

Si no se resigna ante lo inevitable deberá inventar mundos imaginarios en los que conservar su reinado. O desear que el resto se vuelvan feas.

Es niña pero ya entiende que al sol de las altas cumbres lo nublan las soledades.

Deberá aceptar que nadie es único para siempre.

Sable Corvo de San Martín

Pocas horas antes de regresar de Buenos Aires hicimos una esperada visita al Museo Histórico Nacional.

Nos reconfortó una última mirada sobre el parque Lezama, casi tanto como acceder a este nicho apenas visible tras un pasillo lateral.

La energía de ese espacio obliga a replantearme una vez más cómo funcionan los lugares de peregrinación por causas espirituales. El silencio absoluto de la sala da alas que, paradójicamente, elevan a las profundidades.

Mi mundo, según yo

Hay una tensión creciente en la sociedad. Algo de la vida posmoderna nos aflige y no sabemos resolverlo, ya que esta grieta afecta a todo el mundo y desde hace muchos años, aunque algún oportunista quiera inculpar a sus enemigos cercanos como causantes de estas divisiones.

«El mundo es de los míos», piensa la mayoría. Así las cosas, un arquitecto creerá que el mundo es para los arquitectos, para un mercado de insumos para arquitectura, medios en los cuales difundir su obra y obtener clientes, y por supuesto, leyes que prohíban la construcción por fuera de su arquitecto amigo.

Si el Estado subsidia, será a los vendedores de estilográficas. Los alquileres para estudios del gremio gozarán de importantes descuentos, ya que la arquitectura es la verdad del universo.

A la par, habría que encarcelar a quienes dificulten su noble tarea. En especial a los negros de mierda que no estudiaron arquitectura, porque si nosotros pudimos, ellos también debieron egresar de nuestras amorosas facultades.

Todos somos esos arquitectos, de algún modo. Todos creemos pertenecer a la mejor parte. Sin embargo, es una realidad que nunca veremos concretada, simplemente porque el mundo no tiene la forma que queramos. Cuando yo era muy chico se lo escuché repetidas veces a Alberto Cortez, en un disco materno reproducido una y otra vez:

Qué suerte he tenido de nacer
para entender que el honesto y el perverso
son dueños por igual del universo
aunque tengan distinto parecer.

Me llevó cuarenta años asimilar la idea, aunque la había entendido a los 8 años. Es como esa diferencia entre conocer las reglas del ajedrez, y dominarlo.

En mi universo cercano estamos NOSOTROS y ELLOS. Algunos esperan inocentemente que ELLOS piensen como NOSOTROS, como si fuera sencillo admitir las normas impuestas por un ELLOS. No hay que perder de vista que NOSOTROS somos el ELLOS de ELLOS. Sin proponérmelo vuelvo a la obra de Cortez: Olvidamos que somos los demás de los demás.

El mundo no es solamente de los de tu color de piel, ni todos quieren vivir de lo que vivís vos. Hemos hecho un mundo con nuestras propias leyes, como para incluir y excluir. Como si siempre necesitásemos de un ELLOS que quede afuera, y contra él destilar nuestros odios.

Pero el mundo es de honestos y perversos por igual. Y esto sin entrar a elucubrar sobre la real honestidad y perversión del honesto.

Del mismo modo, el mundo es de todas las palabras. No solo de aquellas que gozan de buena reputación. En el siglo XXI, por ejemplo, está bien vista pensar. No interesa mucho el significado, siempre hay que estar del lado de pensar. Y armamos nuestro escenario para la guerra entre NOSOTROS y ELLOS, también con ese infinitivo y todas sus conjugaciones posibles, como armas.

El veredicto salomónico de que no nos pondremos de acuerdo porque pensamos diferente, merece un análisis un poco más profundo del que le damos habitualmente.

Ejemplo cotidiano. Dijo Jacques Lacan:

La primera virtud del conocimiento es la capacidad de enfrentarse a lo que no es evidente.

Y dijo Juan Montoto:

Yo no pienso nada, loco. Acá pinta el descontrol nomá.

No son dos personas que piensan distinto. Es una persona que piensa, y otra que no.

Como Juan y José, el uno, hincha de Boca, y el otro, de River. Se paran en distintas tribunas, pero piensan lo mismo respecto al fútbol. Juan y José piensan igual, y quizás sientan igual. Aunque sus colores los haya separado desde siempre.

Por eso, es una trivialidad televisiva y de libro de autoayuda justificar el mundo del «gracias a NOSOTROS» y «por culpa de ELLOS», basados en que nosotros pensamos y el resto no. Lo mismo es explicar todo en una diferencia de opinión.

El tipo que pensó y se equivocó. Y fue y vino con sus ideas. Y que luego de mucho silencio vuelca una posición sobre algo, no puede estar a la altura de quien repite una conclusión que un desconocido dijo en televisión. Ellos no piensan diferente. Uno piensa y el otro no.

De todas maneras, el mundo es también de quienes no piensan. Solo me gustaría que tuviéramos la grandeza de aceptar que sobre tal tema no pensamos ni tenemos una opinión. Básicamente, porque no nos interesa. Sea sobre el campeonato de criquet británico, o sobre la influencia de las religiones en la historia.

Yo pienso de 1 + 1 = 2. Yo pienso que 1 + 1 = 3. Eso no es pensar distinto.

Yo pienso que todos tenemos que tener las mismas oportunidades. Yo pienso que si nací con más oportunidades que vos es porque mis padres hicieron el esfuerzo, y es justo. Eso no es pensar diferente. Un médico y un asesino no se diferencian por cómo piensan del prójimo. Uno piensa en la salud del otro. El segundo no piensa ni siquiera en la vida del otro. Un gastroenterólogo puede pensar diferente de un endocrinólogo. Pero ambos no están en la línea de pensamiento del criminal.

Voy a cerrar la idea de dos maneras. Primero, como ELLOS esperan que la cierre:

Si estamos del lado de los que piensan, porque estamos del mejor lado, del NOSOTROS, pensemos qué clase de mundo se puede lograr si esperamos que ELLOS acepten pensar como sus ELLOS.

O sea, NOSOTROS tenemos que ceder.

La otra manera, no sé si es de NOSOTROS. Es la mía, al menos:

Puedo aceptar la disparidad de opiniones. Plantar margaritas en lugar de begonias. Comer pastas con queso sardo en lugar de reggianito. Que mi equipo juegue más defensivo que ofensivo. Porque lo mismo serán flores, lo mismo será queso, lo mismo el objetivo del juego será ganar. Eso es pensar diferente.

Pero no quiero aceptar la injusticia solo porque los poderosos piensen diferente. No puedo negociar un «bueno, pensamos diferente», y que incluya la aceptación del hambre u otra indignidad de un semejante.

El que tiene trabajo no posee autoridad para minimizar el impacto en aquel que no lo tiene. Si va a decir que piensa que es correcto que alguien no coma diariamente, que él mismo no coma diariamente. Si hay que acostumbrarse a trabajar toda la vida por dos pesos, que también haga ese trabajo, en las mismas condiciones y por dos pesos.

El universo es de todos. Ni solo de NOSOTROS, ni solo de ELLOS.

Presiones

Me llama la atención la cantidad de presiones que recibo por día, para ir en tal o cual sentido, distinto del que querría dirigirme.

La vida de mierda es el combustible para los paraísos, y esas promesas que ya no veo como inocentes, sino como perversas manipulaciones de nuestra conciencia.

75 años de la muerte de Virginia Woolf

«Contra ti me alzaré invicta e implacable, oh muerte».

Así finaliza «Las olas», novela de Woolf en la que advierte su final. El título de la obra alude perfectamente a su trastorno de bipolaridad que la aquejó durante toda su vida. Pero también habla del río Ouse, en el que ingresó -cargados de piedras los bolsillos-, como último acto en su atormentada vida.

Fue una de las primeras feministas de la historia. Acaso la primera en testimoniar un pensamiento que fue retomado en las revoluciones culturales de los años 60.